jueves, 22 de septiembre de 2011

En una tarde de verano, un joven estudiante estaba tranquilo tocando la guitarra en el porche de su casa de verano, observando las olas del mar, hasta que, de repente, suena el móvil. Son unos amigos que le invitan a una fiesta a la que va a acudir una chica de la que el joven guitarrista llamado Pepe está locamente enamorado así que el joven como cada tarde lee unos capítulos un libro de suspense y crímenes al que esta aficionado y antes de dormir piensa como va a ser la fiesta y entre reflexiones y algo de nervios se duerme y sueña con lo alucinante y sublime que puede ser la fiesta con DJ, buena música, gente, etc.
Al día siguiente despertó con el sonido del mar y con una brisa ligera soplando a través de su ventana y refrescando le ligeramente la cara, y recordó que tenía que ir a hacer surf porque había bastantes olas así que salto los peldaños para llegar a la playa que estaba a la altura del jardín y se lanzó al agua, cogió la primera ola con éxito y después de una divertida práctica de surf, fue a la ducha, se vistió, arreglo y con aquella fiesta tanto el, como todos sus amigos desconectaron del instituto y con aquella increíble fiesta comenzaron aquel sublime verano.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Entre los estados de Albacete y Almería un joven llamado Fernando se presenta a un campeonato de surf en el que debe competir contra tres chicas muy buenas cogiendo las olas artificiales de un gigantesco parque acuático pero cuando Fernando va  por la carretera que por cierto era una carretera muy poco transitada encontró un control policial le pusieron una multa de 250 euros pero él confundió dólares con euros y no llevaba nada encima así que piso el acelerador y se dirigió a toda pastilla a través del pantano donde quedó encallado en arenas movedizas así que salió del coche de inmediato y siguió corriendo los siguientes 2 kilómetros y finalmente el surfero forajido ganó la competición y se llevó el título.
Pero entre los estados de Albacete y Almería, España, conectando dos desiertos de piedra beige, casi blanco, a los cuales separa un río caudaloso que viene del norte, hay una carretera muy poco transitada en la que solo existe una gasolinera, que permutó el letrero de Capsta por el de Cepsa aprovechando el cambio de ubicación allá en el ochenta y cinco, de todo aquel pueblo que quedó cubierto por las aguas del pantano.